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MUJER, NO ME ODIES TANTO 

  • Foto del escritor: Andrea Espinoza
    Andrea Espinoza
  • hace 1 día
  • 1 Min. de lectura

Para las que me miran sin verse 


Mujer, mujer… 

¿Por qué me miras así? 

¿Con ojos de juicio, de hielo, de espina? 

No me odies tanto— 

No es a mí a quien ves, 

es tu reflejo atrapado 

en un laberinto de espejos rotos. 

No es otra mujer la que detestas. 

Es tu sombra— 

esa voz callada 

que susurra desde lo más hondo: 

 “¿Y yo, quién soy?” 


Tu mente ha sido invadida, 

colonizada por voces que no son tuyas. 

Parásitos culturales, 

que se alimentan de tu desconexión. 

Pero no lo tomo personal. 

Yo también fui domesticada, 

fui reducida, fui moldeada 

para encajar en una jaula con forma de vestido. 

Sólo que un día desperté. 

Y si te incomoda lo que ves en mí, 

no preguntes qué tengo yo— 

pregúntate qué olvidaste tú. 


Es más fácil apuntar el dedo, 

lo sé. 

Mirarse por dentro— 

eso es de guerreras. 

Pero cada juicio que lanzas 

es una pista del alma, 

una brújula secreta señalando hacia ti. 

Llámalo señal divina. 

Un llamado de lo Alto. 

Una invitación a la alquimia del autoconocimiento. 

Porque mientras no te mires con verdad, 

seguirás viendo demonios donde hay espejos. 


No creas que ser bella es bendición sin precio. 

Toda luz proyecta sombra. 

Y cada flor, antes de nacer, 

fue semilla enterrada en oscuridad. 

Mi belleza no es un trofeo— 

es una cruz que muchas veces 

me ha aislado más que elevado. 

Porque casi nadie me ve de verdad. 

Me miran… pero no me ven. 

Me interpretan. 

Me proyectan. 

Me confunden con sus propias heridas no sanadas. 

 

Ese es el castigo de lo visible. 

Ser pantalla de lo invisible. 

No te culpo, mujer. 

Culpa al sistema que te robó el alma. 

Al monstruo que te enseñó 

a competir, a compararte, a autodestruirte. 

La misma voz que creó la bulimia, la anorexia, 

te moldeó también a ti. 

Un día el sistema te desconectó. 

Te robotizó. 

Y ahora vives para agradar, 

para encajar, 

para verte bien mientras por dentro desapareces. 


Pero hay una salida. 

Una grieta en la matrix. 

Una puerta secreta que siempre estuvo ahí: 

Adentro. 

Y hasta que no entres, 

seguirás siendo marioneta de un guion que no escribiste. 

Despierta, mujer. 

Tú puedes. 

Tú eres. 

Y el día que me veas, 

de verdad, 

sin juicio, sin máscara, sin miedo— 

ese día 

te verás a ti también. 

Y yo, desde este lado del espejo, 

te abrazaré.


Con amor,

Andy


 
 
 

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